Tú
Tú, calma, tú, sosiego
espíritu y verso,
pasión y fuego,
con tus labios sueño,
donde me dejaste, espero
Tú, calma, tú, sosiego
espíritu y verso,
pasión y fuego,
con tus labios sueño,
donde me dejaste, espero
Altivo
aún sin tu latido,
soberbio
y sin ti perdido,
engreído
de orgullo manido,
herido
en tu orilla sano y vivo
Recuerdas aquella luna
bajo la que me miraste,
lleno de dulzura
me besaste
toda nuestra locura
en un solo instante
tornó a cordura
Mis lágrimas derramaste
en noches enjutas
tristes e interminables
no deseo más negrura
ni reproches acres
aún en mi memoria aquella luna
revive de forma inquietante
tus primeros besos sin mesura
los mismos que negaste
Reptando, así te aproximaste a mí, esperando pacientemente tu tiempo hasta encontrar el modo de vencer mi desconfianza, entonces llegó el caos. Me dejé caer en tu tentación y me sumergí en el mar de la duda, donde sólo habita la soledad.
Aún siento tu gélido aliento muy próximo a mi alma, un sutil hálito que parece generarse en mi interior y que no ha cesado de palpitar desde que llegaste. Cada vez que intento cerrar tu puerta, una duda me asalta, ¿es tu llave maestra?
Te siento a mi lado cuando el cansancio me vence, de una manera fugaz entras en mi sueño, acompañándome en una historia ficticia que nunca se repite. Yo pongo las ganas y tú la sonrisa, a veces al revés, pero esa es una espléndida manera de recorrer el camino en mutuo apoyo.
Te siento a mi lado cuando mis ojos se abren a la luz del cálido amanecer, como si de un momento de magia se tratase, una sonrisa se dibuja en tu rostro y tu sonrisa ilumina el alba, emanas amor con la mirada. En un instante fecundo, parimos felicidad y disipamos la oscuridad que nos rodea.
Te siento a mi lado cuando esperanza vierto en mis palabras, tu aliento rebosa fuerza y tu alma, inspiración temprana. Eres ilusión que deshizo el nudo de mi garganta, energía que a mi corazón no falta. Tan solo pensar en ti es suficiente para que mis manos derramen tu gracia en frases concatenadas.
Hay una casita en Tarento, junto al puerto, una pequeña construcción en adobe y ladrillo, encalada una y mil veces en un vano intento de reinventarla cada vez que cambia de manos. En la fachada que enfrenta al mar hay una ventana cuyos vanos y persianas sufren el inmisericorde sol mediterráneo. Toda casa que se precie posee una historia que va ligada a ella, unas veces con luz, otras con sombras pero siempre particular y genuina.
Giuseppe la construyó con sus propias manos, como casi todos los tarentinos, vivía de lo que el mar surtía, así que tiró el pequeño cobertizo que su abuelo le dejó y la alzó cuando desposó a María, la flor que convirtió en oasis su desierto, como solía llamarla. Solía permanecer en la ventana al alba mientras el barco de Giuseppe entraba a puerto. Él hacía sonar la sirena tan pronto divisaba el resplandor de su mirada.
Hay hábitos que no por mucho repetirlos se convierten en rutina; aquella imagen en la ventana, aún siendo frecuente, no dejaba de ser un motivo de gozo, la razón de un aliento, el motor de su vida. Cuando las luces de Tarento se dibujaban en el horizonte, sobre el monótono chapoteo del agua sobre el casco de la nave, se elevaba la voz de Giuseppe cuyo torrente no cesaba hasta divisar la sonrisa de su amada en la ventana.
Tanto amor cabía en su cantar, tanta luz rebosaban sus notas y tanta felicidad procuraban a quienes las escuchaban que aún hoy los tarentinos cortejan a la persona amada con él.
Te seguí a través de la niebla hasta donde el jardín se funde con los cimientos. Sonreías mientras intentabas adivinar el interior del pequeño mirador. A pesar de la lluviosa noche, los senderos que bordean el muro de piedra aparecían tan solo húmedos, en absoluto anegados como temíamos. Las primeras luces del sol empujaron la bruma permitiendo al paisaje recuperar su color, un delicado perfume comenzó a inundar el espacio entre ambos. Sentiste la ineludible necesidad de inhalar ese olor que, fundido con el dulce sentimiento, penetraba en tu interior proporcionando un aire fresco de vida.
La verde alfombra en la que nos movíamos alcanzaba con rotundidad la playa, aquella inexistente arena tostada no osaba rescatar un ápice del terreno perdido ante el contundente verde. En el centro, éste se había aliado con un sólido muro que frustraba cualquier posibilidad de cambio. Miraba absorto esa vana lucha cuando tu voz quebró el silencio mágico del diálogo con la naturaleza. Con tu sonrisa, ahuyentaste mis fantasmas, con tus ojos conseguiste quebrar la bruma y deshacer el hechizo que restaba color a Tjolöholm.
Dulce es el amanecer cuando el amor vela tu sueño, discreto el tacto que te anuncia el despertar. Hasta la noche, tenebrosa oscuridad que conquista la tierra cuando el astro completa su órbita, se estremece ante la presencia de tu corazón, es tal su fuerza que derribó todos nuestros miedos y edificó un anhelo común. Al unir nuestras almas también nuestros destinos se ligan, tu ansías caminar a mi lado y yo, recorrer junto a ti la vereda que a la felicidad conduce. Tú eres mi espejo, yo transparencia que tu sonrisa halaga.